Cuando las posturas se convierten en âsanas
Las âsanas en Yoga se ubican dentro del Hatha Yoga. El Hatha Yoga es una senda o camino por el cual se accede al Yoga por medio del cuerpo, de las posturas, de las âsanas. El cuerpo es la puerta de entrada hacia un mundo interior, quizás por descubrir. Escribe Manoli Muñoz, profesora de la Escuela Internacional de Yoga.
Âsana en sánscrito significa “postura”. A pesar de que el significado de esta palabra es aparentemente simple, se trata de algo más que una simple posición del cuerpo.
Para que una posición del cuerpo se convierta en âsana es necesaria la integración de varios elementos, como el respeto por el propio cuerpo, la respiración y la atención mental.
Para la práctica de âsanas son aconsejables una serie de pautas, como crear un espacio lo más tranquilo posible, llevar ropa cómoda, tener hecha la digestión y utilizar una esterilla de yoga antideslizante que garantice el enraizamiento.
Antes de empezar es interesante parar unos momentos, acomodarse e instalarse en el momento presente. Es recomendable preparar el cuerpo con unos estiramientos, así como realizar algún Vinyasa, o una combinación de los dos.
En estos momentos se movilizan las articulaciones, se tonifica y estira la musculatura y se establece conexión entre el cuerpo y la respiración.
Para entrar en âsana podemos establecer una serie de fases:
•Preparación.
•Entrada.
•Ajustes y permanencia.
.
•Salida
La primera fase sería la preparación; es el momento de visualizar el âsana que se va a realizar y seguidamente preparar al cuerpo estableciendo una base desde donde proyectarse.
Llega el momento de entrar (segunda fase) con la energía que aporta la respiración, el cuerpo se proyecta desde una base, siguiendo la dirección o direcciones que requiera la postura, desde el respeto, descubriendo de forma particular en qué punto colocarse en âsana. Un estado de observación constante En âsana, la atención envuelve cada sensación que surge en el cuerpo, al mismo tiempo que está presente la respiración. Con la presencia de la respiración, el cuerpo va encontrando el punto donde parar. “Parar con flexibilidad”, pues siempre están presentes los movimientos internos.
La respiración permite durante todo el tiempo de permanencia en la postura realizar micro-movimientos de ajuste (tercera fase). En cada inspiración se instala la energía centrífuga, de acción, que alarga, expande, que genera espacios y en cada espiración surge la energía centrípeta, que vuelve al centro, conectando con el interior, aportando calma. La respiración es el puente de unión entre el cuerpo y la mente. En âsana, la respiración es la clave fundamental en la búsqueda y el encuentro del equilibrio; estar en âsana requiere encontrar un estado de equilibrio entre la actividad, y la suavidad, entre la energía y la calma. Cada postura, cada âsana se presenta como una oportunidad de reencuentro, de reconocimiento por el cual es posible encontrar una vía de acceso hacia el mundo interno. Acceder, adentrarse con la intención de conectar con lo profundo, despertando y estimulando esta zona más sutil, más especial que se encuentra en el interior de todos los seres humanos. Podríamos llamarle la energía espiritual que mora en el interior. Energía de unión, de conexión con cada aspecto de uno mismo; cuerpo, mente y espíritu y con todo el universo. Cada âsana puede llegar a ser una verdadera meditación y además es una preparación fundamental para la Meditación.
“¿Dónde acaba el cuerpo y comienza la mente? ¿Dónde acaba la mente y comienza el espíritu? No pueden ser divididos, están interrelacionados; son aspectos distintos de la misma conciencia divina que todo lo llena.”
La primera fase sería la preparación; es el momento de visualizar el âsana que se va a realizar y seguidamente preparar al cuerpo estableciendo una base desde donde proyectarse.
Llega el momento de entrar (segunda fase) con la energía que aporta la respiración, el cuerpo se proyecta desde una base, siguiendo la dirección o direcciones que requiera la postura, desde el respeto, descubriendo de forma particular en qué punto colocarse en âsana. Un estado de observación constante En âsana, la atención envuelve cada sensación que surge en el cuerpo, al mismo tiempo que está presente la respiración. Con la presencia de la respiración, el cuerpo va encontrando el punto donde parar. “Parar con flexibilidad”, pues siempre están presentes los movimientos internos.
La respiración permite durante todo el tiempo de permanencia en la postura realizar micro-movimientos de ajuste (tercera fase). En cada inspiración se instala la energía centrífuga, de acción, que alarga, expande, que genera espacios y en cada espiración surge la energía centrípeta, que vuelve al centro, conectando con el interior, aportando calma. La respiración es el puente de unión entre el cuerpo y la mente. En âsana, la respiración es la clave fundamental en la búsqueda y el encuentro del equilibrio; estar en âsana requiere encontrar un estado de equilibrio entre la actividad, y la suavidad, entre la energía y la calma. Cada postura, cada âsana se presenta como una oportunidad de reencuentro, de reconocimiento por el cual es posible encontrar una vía de acceso hacia el mundo interno. Acceder, adentrarse con la intención de conectar con lo profundo, despertando y estimulando esta zona más sutil, más especial que se encuentra en el interior de todos los seres humanos. Podríamos llamarle la energía espiritual que mora en el interior. Energía de unión, de conexión con cada aspecto de uno mismo; cuerpo, mente y espíritu y con todo el universo. Cada âsana puede llegar a ser una verdadera meditación y además es una preparación fundamental para la Meditación.
“¿Dónde acaba el cuerpo y comienza la mente? ¿Dónde acaba la mente y comienza el espíritu? No pueden ser divididos, están interrelacionados; son aspectos distintos de la misma conciencia divina que todo lo llena.”
B.K.S Iyengar
Llega la última fase, el momento de deshacer la postura. Salir de âsana lentamente, presente con la respiración, consciente de cada zona del cuerpo, que entra en un suave movimiento saliendo de la postura, procurando utilizar el mínimo de energía, solo la suficiente para volver al punto de partida. Este puede ser un buen momento para tomarse una respiración profunda y observar las sensaciones que tal vez puedan surgir dentro de uno mismo.
Entrar en âsana es recomendable y puede ser accesible para todos. No todas las posturas están al alcance de todas las personas, pero todas las personas pueden entrar en âsana. El Yoga y la práctica de âsana se adapta a cada persona, independientemente de su estado, dolencias, limitaciones, patologías o situaciones especiales como puede ser embarazo etc., en estos casos siempre se pueden proponer alternativas, utilizar soportes, dependiendo de cada situación particular, con el propósito de aportar el mayor beneficio a todos los practicantes.
En la práctica de àsana, la columna vertebral es la gran protagonista tanto a nivel físico como a nivel energético por todo lo que se encuentra o vive dentro de ella. A nivel energético están los canales y centros de energía más importantes. A nivel físico vive la médula espinal, prolongación del sistema nervioso central, enlace entre el cerebro y el cuerpo.
Las âsanas incluyen todas las direcciones de movimiento que puede efectuar la columna vertebral. Movimientos de flexión, extensión, inclinación y torsión. Si las clasificamos por familias según el movimiento, cada familia de posturas tiene unos efectos y beneficios en el organismo.
• Mayor movilidad, flexibilidad y tono al cuerpo.
• Mejora la circulación de la sangre.
• Mejora el funcionamiento de los órganos internos.
• Ayuda a recuperar la respiración natural.
• Facilita la relajación, la calma.
• Estimula la atención mental.
• Equilibra el sistema nervioso.
• Equilibra la energía, aporta equilibrio.
Sobre todo estar en âsana permite un tiempo de parar, observar, sentir desde lo profundo y experimentar, con una actitud de presencia.
Es un momento de reconocer, redescubrir, reconectar.
El yoga es integrador y transformador. La integración y la transformación se realizan a través del cuerpo, a través de âsana.
Es el momento de vivir el momento presente, estar aquí y ahora.
Es el momento de Ser. “El que se establece en una postura confortable mientras se concentra en su propio interior, se ve inmerso de forma natural en el océano de la dicha del corazón”.
Llega la última fase, el momento de deshacer la postura. Salir de âsana lentamente, presente con la respiración, consciente de cada zona del cuerpo, que entra en un suave movimiento saliendo de la postura, procurando utilizar el mínimo de energía, solo la suficiente para volver al punto de partida. Este puede ser un buen momento para tomarse una respiración profunda y observar las sensaciones que tal vez puedan surgir dentro de uno mismo.
Entrar en âsana es recomendable y puede ser accesible para todos. No todas las posturas están al alcance de todas las personas, pero todas las personas pueden entrar en âsana. El Yoga y la práctica de âsana se adapta a cada persona, independientemente de su estado, dolencias, limitaciones, patologías o situaciones especiales como puede ser embarazo etc., en estos casos siempre se pueden proponer alternativas, utilizar soportes, dependiendo de cada situación particular, con el propósito de aportar el mayor beneficio a todos los practicantes.
Precaución y con sentido común
En la práctica de àsana, la columna vertebral es la gran protagonista tanto a nivel físico como a nivel energético por todo lo que se encuentra o vive dentro de ella. A nivel energético están los canales y centros de energía más importantes. A nivel físico vive la médula espinal, prolongación del sistema nervioso central, enlace entre el cerebro y el cuerpo.
Las âsanas incluyen todas las direcciones de movimiento que puede efectuar la columna vertebral. Movimientos de flexión, extensión, inclinación y torsión. Si las clasificamos por familias según el movimiento, cada familia de posturas tiene unos efectos y beneficios en el organismo.
La práctica de âsana aporta muchos beneficios:
• Mayor movilidad, flexibilidad y tono al cuerpo.
• Mejora la circulación de la sangre.
• Mejora el funcionamiento de los órganos internos.
• Ayuda a recuperar la respiración natural.
• Facilita la relajación, la calma.
• Estimula la atención mental.
• Equilibra el sistema nervioso.
• Equilibra la energía, aporta equilibrio.
Sobre todo estar en âsana permite un tiempo de parar, observar, sentir desde lo profundo y experimentar, con una actitud de presencia.
Es un momento de reconocer, redescubrir, reconectar.
El yoga es integrador y transformador. La integración y la transformación se realizan a través del cuerpo, a través de âsana.
Es el momento de vivir el momento presente, estar aquí y ahora.
Es el momento de Ser. “El que se establece en una postura confortable mientras se concentra en su propio interior, se ve inmerso de forma natural en el océano de la dicha del corazón”.
Siva Sutras III, 16
Manoli Muñoz. Profesora y Formadora de la Escuela Internacional de Yoga.
Centro ATALA, en facebook
Manoli Muñoz. Profesora y Formadora de la Escuela Internacional de Yoga.
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